Es incorrecto pensar que una dieta sana sea completamente libre de grasas, de hecho, se trata de un grupo de nutrientes muy importante para el funcionamiento de nuestro organismo. Ciertos ácidos grasos como los omegas 3 y 6 influyen positivamente en nuestro estado de salud porque promueven la disminución de triglicéridos en la sangre y de la agregación plaquetaria, así como ayudan a regular la presión arterial. Además de sus beneficios sobre el sistema cardiovascular cada vez más comprobados, también son importantes para el desarrollo del cerebro, la retina y el correcto mantenimiento del sistema nervioso.
El consumo de pescado “azul” es la fuente por excelencia de omegas 3 a nuestra dieta, mientras que los omegas 6 provienen principalmente de aceites vegetales, carne, aves y huevos. A pesar de existir un equilibrio entre la ingesta de estos ácidos grasos, cuya proporción es de 4:1 (4 gr de omegas 6 por 1 gr de omegas 3), en la actualidad el consumo de grasa de origen animal se ha incrementado a tal punto que dicha proporción oscila de 20:1 a 30:1 en algunos países. Este desequilibrio estaría relacionado con un exceso de grasas saturadas que aportan demasiado colesterol y triglicéridos a nuestro organismo, y se asocia a enfermedades cardiovasculares como la arteriosclerosis.
En cambio, los derivados de los omegas 3 tienen por lo general peculiaridades antiinflamatorias que ayudan a combatir la mortandad por causas vasculares, además de ser beneficiosos tanto a nivel del sistema metabólico, inmunológico y nervioso ejerciendo una influencia positiva en diabetes, artritis reumatoide, asma y algunos trastornos cognitivos.
Por todas estas razones, es muy importante tener una dieta rica en alimentos con un elevado aporte de omegas 3, especialmente EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico). En su defecto podemos suplir la falta de ácidos grasos poliinsaturados gracias a la ingesta de aceite de pescado o de aceite de krill. La diferencia principal entre ambos productos es en la forma en la que se proporcionan los ácidos grasos. En el caso del aceite de pescado, los omegas 3 van ligados a triglicéridos cuya función en nuestro organismo es la de proporcionar energía pero, si no se gastan se acumulan como grasa corporal, mientras que en el aceite de krill están unidos a fosfolípidos. Debemos tener en cuenta que, tanto los omegas 3 como los fosfolípidos son constituyentes fundamentales de las membranas celulares, y su unión favorece la incorporación de EPA y DHA en las mismas. Esto podría explicar porque, incluso ingiriendo menos cantidad de omegas 3 si éstos van acompañados de fosfolípidos se incrementa notablemente su biodisponibilidad.
Finalmente, cabe destacar que a diferencia del aceite de pescado que puede provocar reflujo y sabor desagradable, el aceite de krill no presenta este inconveniente debido al hecho que los fosfolípidos no requieren de la bilis para ser digeridos siendo su absorción a nivel intestinal mucho más sencilla. La composición del aceite de krill HERBO VITA es totalmente natural, ya que contiene Astaxantina, un antioxidante sintetizado por las microalgas de las que se nutre el propio krill y que le proporciona su característico color rojo. Esta sustancia garantiza una perfecta estabilidad del aceite sin la necesidad de añadir conservantes artificiales. Además, la Astaxantina ejerce la doble función de protegernos de los radicales libres y de actuar de forma sinérgica con los omegas 3 en el control de los niveles plasmáticos de colesterol, triglicéridos y glucosa.