Cuando se habla de hongos hacemos referencia a un grupo de microorganismos que se distinguen de las plantas porque carecen de clorofila, y no pueden sintetizar sus propios nutrientes, lo que les obliga a vivir como parásitos. Al contrario de lo que podríamos pensar, su capacidad para producir enfermedades en el ser humano no es tan elevada y, aunque podrían afectar a cualquier órgano, las infecciones de la piel y las mucosas son con diferencia las más frecuentes.
La incidencia de dichos problemas suele acentuarse en verano por factores ambientales, principalmente el aumento de humedad y temperatura, que crean un caldo de cultivo ideal para su proliferación. Es el caso de las infecciones por hongos del género Candida, entre los cuales destaca la especie Candida albicans por ser la principal responsable de molestos episodios de vulvovaginitis (inflamación e irritación de las partes íntimas femeninas).
Estos hongos están presentes de forma inofensiva en la gran mayoría de adultos sanos, y precisan de algún condicionamiento añadido para desarrollarse y volverse agresivos. De hecho, el sistema inmunitario se encarga de mantener constantemente en función aquellos mecanismos que constituyen la primera línea de defensa contra estas especies “oportunistas” al fin de garantizar nuestra salud. No obstante, unas defensas debilitadas, una flora intestinal y vaginal dañada o, unas condiciones ambientales propicias, pueden desencadenar la aparición de las infecciones micóticas incluso de forma recurrente.
Por ello, es interesante evitar los factores de riesgo que pueden influir en su incidencia como por ejemplo: el uso de ropa sintética y ajustada, el empleo de jabones que alteran el pH fisiológico de la piel o el hecho de mantener puesto el bañador, sin secarse, durante mucho tiempo. Cuando se trata de infecciones recurrentes, es decir, que se repiten con cierta frecuencia en la misma persona será necesario también aportar algunos cambios en la dieta que contemplen una menor ingesta de alimentos ricos en carbohidratos simples, azúcares, levaduras y alcohol.
En cuanto a la erradicación de la Candida, y sin olvidar que un gran número de medicamentos se obtienen a partir de compuestos naturales, el empleo de plantas medicinales como el Orégano (Origanum vulgare) y la Canela (Cinnamomum cassia) nos brindan la oportunidad de recurrir a un amplio arsenal de principios activos con propiedades antimicrobianas ampliamente contrastadas y muy eficaces para combatir la presencia de la Candida.
Otras actuaciones a tener en cuenta en la lucha contra los hongos oportunistas es preocuparnos de restablecer la flora bacteriana beneficiosa y, de forma paralela, intentar mejorar el sistema inmunitario principal orquestador de una buena respuesta al tratamiento.